Somos como somos… o como nos dejamos hacer…
Sin duda los científicos somos aves raras. Los Biólogos no constituimos la excepción, ya que mostramos cierta tendencia al individualismo, somos proclives a aislarnos del resto y a permanecer encerrados entre las cuatro paredes de nuestro laboratorio u oficina, generalmente trabajando. Fuera de lo estrictamente académico-científico-laboral, somos de darnos poco con los colegas que no están vinculados a nuestro grupo de trabajo. Lo más frecuente es que entrecrucemos alguna que otra palabra trivial con alguien en el pasillo o mantengamos alguna conversación rápida en nuestra oficina o en la del otro.
Lo cierto es que no tendemos a socializar con otros grupos, ya sea por el apuro con el que vivimos, la carga laboral cada día más alta, la falta de iniciativa, o simplemente por nuestro modo de ser particularmente retraído o poco proclive a abrirnos.
A decir verdad, no existe tampoco un ámbito adecuado en nuestro edificio (sí, en cambio, en el de Ciudad Universitaria) como para que esta tendencia no se manifieste en su forma más extrema y se mantenga en el tiempo entre los Biólogos. No hay una sala de profesores, con comodidades que atraigan a los que pasamos casi todo el día en la facultad, como para desconectarnos un rato, salir de la oficina e ir a comer algo ligero o a tomar un café o una gaseosa y, de paso, encontrarnos eventualmente y charlar con uno o más colegas. Sólo están las pocas mesas del bar en el patio, que además de no ser muy cómodas y de estar a la intemperie, particularmente en las horas pico suelen estar atestadas de estudiantes y docentes intentando comer y/o conversar. En las Universidades del exterior en las que he estado, existe al menos una sala confortable, ambientada, amoblada y equipada adecuadamente, para que los profesores y administrativos departan tranquilamente mientras consumen algún refrigerio. En algunos casos hasta se organizan charlas cortas o debates en ese espacio, en horarios y días específicos. Es decir que se fomenta que el docente use ese espacio y concurra allí a compartir esos momentos con el resto de sus colegas. Además de reducir las tensiones, alentar la camaradería y afianzar las buenas relaciones interpersonales, promueve el contacto entre profesionales de diferentes grupos, que no interactuarían si no se les ofreciese una oportunidad semejante. De estas interacciones, demás está decirlo, a veces surgen ideas y/o proyectos novedosos.
Entonces… qué tal si pedimos que se asigne y equipe una sala con estas funciones, para el personal docente y administrativo?
El que no llora no mama!…
Sin duda los científicos somos aves raras. Los Biólogos no constituimos la excepción, ya que mostramos cierta tendencia al individualismo, somos proclives a aislarnos del resto y a permanecer encerrados entre las cuatro paredes de nuestro laboratorio u oficina, generalmente trabajando. Fuera de lo estrictamente académico-científico-laboral, somos de darnos poco con los colegas que no están vinculados a nuestro grupo de trabajo. Lo más frecuente es que entrecrucemos alguna que otra palabra trivial con alguien en el pasillo o mantengamos alguna conversación rápida en nuestra oficina o en la del otro.
Lo cierto es que no tendemos a socializar con otros grupos, ya sea por el apuro con el que vivimos, la carga laboral cada día más alta, la falta de iniciativa, o simplemente por nuestro modo de ser particularmente retraído o poco proclive a abrirnos.
A decir verdad, no existe tampoco un ámbito adecuado en nuestro edificio (sí, en cambio, en el de Ciudad Universitaria) como para que esta tendencia no se manifieste en su forma más extrema y se mantenga en el tiempo entre los Biólogos. No hay una sala de profesores, con comodidades que atraigan a los que pasamos casi todo el día en la facultad, como para desconectarnos un rato, salir de la oficina e ir a comer algo ligero o a tomar un café o una gaseosa y, de paso, encontrarnos eventualmente y charlar con uno o más colegas. Sólo están las pocas mesas del bar en el patio, que además de no ser muy cómodas y de estar a la intemperie, particularmente en las horas pico suelen estar atestadas de estudiantes y docentes intentando comer y/o conversar. En las Universidades del exterior en las que he estado, existe al menos una sala confortable, ambientada, amoblada y equipada adecuadamente, para que los profesores y administrativos departan tranquilamente mientras consumen algún refrigerio. En algunos casos hasta se organizan charlas cortas o debates en ese espacio, en horarios y días específicos. Es decir que se fomenta que el docente use ese espacio y concurra allí a compartir esos momentos con el resto de sus colegas. Además de reducir las tensiones, alentar la camaradería y afianzar las buenas relaciones interpersonales, promueve el contacto entre profesionales de diferentes grupos, que no interactuarían si no se les ofreciese una oportunidad semejante. De estas interacciones, demás está decirlo, a veces surgen ideas y/o proyectos novedosos.
Entonces… qué tal si pedimos que se asigne y equipe una sala con estas funciones, para el personal docente y administrativo?
El que no llora no mama!…
tenes razón Joaquín con lo que de no hay tiempo; lo peor es que tampoco es que seamos tan buenos... entonces en que gastamos nuestro tiempo?, nuestro individualismo?.. ni espacio para charlar tenemos/buscamos..
ResponderEliminaren fin, no dejamos unos miserables mediocres. falta un poco más de ambiente, como dirían los españoles.
están buenas tu reflexiones abiertas.
Carlos.
Gracias Carlos! Del todo mediocres no creo, pero sin duda nos falta mucho ambiente! Y debemos hacer un esfuerzo por tratar de cambiar esto, comenzando por nuestra actitud individualista. Empecemos reduciendo nuestro aislamiento, y siendo más abiertos y solidarios. Todos y cada uno de nosostros tendríamos que generar o participar más en proyectos o iniciativas para el bien común, dejando a un lado cualquier especulación sobre si uno mismo disfrutará o no del mayor beneficio en cada caso.
ResponderEliminarMuchos pocos hacen pocos muchos!