Aulas sobran!
En nuestra Facultad, según opinan algunos, la disponibilidad de aulas es lo suficientemente grande como para que las actividades docentes de la carrera se desarrollen adecuadamente. Es más, evidentemente parece haber una cantidad tal de aulas que hasta consideran apropiado aumentar estas actividades.
Sin embargo, en estos días nos encontramos con el hecho que al estar las aulas ocupadas por el dictado de los Cursos de Nivelación para Ingreso, se ha decidido utilizar como variable de ajuste, tan luego, a los exámenes finales: éstos solamente podrían tomarse en el restringido pero conveniente horario de 11.15 a 14.45 hs, según lo que se nos ha comunicado.
La primera reflexión que surge ante esto es que probablemente se da por descontado que los profesores no almuerzan (o no ostentan ese derecho), al menos los días de examen (aunque tal vez algunos ya no almuerzan varios días al mes). O tal vez éste es un intento de quitarnos la pésima costumbre de almorzar, a aquellos que aún intentamos hacerlo, o de que realicemos esa superflua actividad en horarios que no interfieran con las cuestiones académicas. Porque si nos aventurásemos a comer en ese horario, poco tiempo sería el restante para tomar los exámenes, salvo que engullésemos en un santiamén (y a expensas de nuestro sistema digestivo) nuestro apetitoso alimento, o tomásemos el examen mientras sorbemos una sopita o masticamos, si nos toca, un churrasco o un generoso sándwich de mortadela. Pero en este último caso, creo que la imagen que transmitiríamos no condeciría con el nivel que se pretende para nuestra facultad, o sí? (Por las dudas llegásemos al punto de tener que resignarnos a engullir nuestro almuerzo, próximamente les daré alguna guía de cómo hacerlo).
Por otro lado, si la cantidad de alumnos inscriptos a un examen fuese escasa, posiblemente esta restricción horaria no tendría mayores consecuencias. Seguramente ese intervalo podría resultar suficiente en algunos casos, o podríamos avenirnos a otro tipo de soluciones imaginativas para paliar esta escasez de aulas. Por ejemplo, podríamos intentar tomar el examen ya sea en nuestra oficina de 2x2 m, que generalmente compartimos con otros docentes y/o becarios, a los que deberíamos echar por un rato o, si los expulsados somos nosotros, usar unos bancos estratégicamente ubicados en los pasillos o el patio. En cambio, no es recomendable desesperarse y tomar para estos fines por la fuerza el ascensor o alguno de los baños, por una serie de razones cuya descripción excedería las posibilidades de este espacio. Tampoco se debería usar el Patio Olmos, ya que pese a que nos atrae su aire acondicionado, desgraciadamente no es un ámbito perteneciente a la UNC.
Pero en los casos en que hubiera muchos alumnos por rendir, las consecuencias serían otras. Particularmente, los exámenes de cada asignatura podrían prolongarse por más de una jornada. Esto, además de complicar el rendimiento académico y otras actividades eventuales de los alumnos (y de los docentes), se superpondría con la necesidad de aulas para los exámenes de las asignaturas originalmente planificadas para los días subsiguientes, desencadenando un efecto en cascada o en cadena cuyas consecuencias, a todo nivel, tal vez serían muy interesantes de estudiar en profundidad. Lo más lógico sería que los docentes de Biología no tuviésemos que estar preocupándonos por cómo paliar esta situación, sino que deberíamos bogar para que ésta no se produzca. Claro que para lograr este objetivo, nosotros deberíamos manifestar mancomunadamente una posición firme. Pero para cada una de estas últimas cuatro palabras se puede aplicar el dicho: difícil que el chancho vuele… y menos con viento en contra…, no?
En nuestra Facultad, según opinan algunos, la disponibilidad de aulas es lo suficientemente grande como para que las actividades docentes de la carrera se desarrollen adecuadamente. Es más, evidentemente parece haber una cantidad tal de aulas que hasta consideran apropiado aumentar estas actividades.
Sin embargo, en estos días nos encontramos con el hecho que al estar las aulas ocupadas por el dictado de los Cursos de Nivelación para Ingreso, se ha decidido utilizar como variable de ajuste, tan luego, a los exámenes finales: éstos solamente podrían tomarse en el restringido pero conveniente horario de 11.15 a 14.45 hs, según lo que se nos ha comunicado.
La primera reflexión que surge ante esto es que probablemente se da por descontado que los profesores no almuerzan (o no ostentan ese derecho), al menos los días de examen (aunque tal vez algunos ya no almuerzan varios días al mes). O tal vez éste es un intento de quitarnos la pésima costumbre de almorzar, a aquellos que aún intentamos hacerlo, o de que realicemos esa superflua actividad en horarios que no interfieran con las cuestiones académicas. Porque si nos aventurásemos a comer en ese horario, poco tiempo sería el restante para tomar los exámenes, salvo que engullésemos en un santiamén (y a expensas de nuestro sistema digestivo) nuestro apetitoso alimento, o tomásemos el examen mientras sorbemos una sopita o masticamos, si nos toca, un churrasco o un generoso sándwich de mortadela. Pero en este último caso, creo que la imagen que transmitiríamos no condeciría con el nivel que se pretende para nuestra facultad, o sí? (Por las dudas llegásemos al punto de tener que resignarnos a engullir nuestro almuerzo, próximamente les daré alguna guía de cómo hacerlo).
Por otro lado, si la cantidad de alumnos inscriptos a un examen fuese escasa, posiblemente esta restricción horaria no tendría mayores consecuencias. Seguramente ese intervalo podría resultar suficiente en algunos casos, o podríamos avenirnos a otro tipo de soluciones imaginativas para paliar esta escasez de aulas. Por ejemplo, podríamos intentar tomar el examen ya sea en nuestra oficina de 2x2 m, que generalmente compartimos con otros docentes y/o becarios, a los que deberíamos echar por un rato o, si los expulsados somos nosotros, usar unos bancos estratégicamente ubicados en los pasillos o el patio. En cambio, no es recomendable desesperarse y tomar para estos fines por la fuerza el ascensor o alguno de los baños, por una serie de razones cuya descripción excedería las posibilidades de este espacio. Tampoco se debería usar el Patio Olmos, ya que pese a que nos atrae su aire acondicionado, desgraciadamente no es un ámbito perteneciente a la UNC.
Pero en los casos en que hubiera muchos alumnos por rendir, las consecuencias serían otras. Particularmente, los exámenes de cada asignatura podrían prolongarse por más de una jornada. Esto, además de complicar el rendimiento académico y otras actividades eventuales de los alumnos (y de los docentes), se superpondría con la necesidad de aulas para los exámenes de las asignaturas originalmente planificadas para los días subsiguientes, desencadenando un efecto en cascada o en cadena cuyas consecuencias, a todo nivel, tal vez serían muy interesantes de estudiar en profundidad. Lo más lógico sería que los docentes de Biología no tuviésemos que estar preocupándonos por cómo paliar esta situación, sino que deberíamos bogar para que ésta no se produzca. Claro que para lograr este objetivo, nosotros deberíamos manifestar mancomunadamente una posición firme. Pero para cada una de estas últimas cuatro palabras se puede aplicar el dicho: difícil que el chancho vuele… y menos con viento en contra…, no?
JA! Realmente ridiculo!
ResponderEliminarLo ultimo que faltaba...
Hola! Es exactamente como decís: Lo último que faltaba, pero lo primero que se les ocurrió!
ResponderEliminarQue tengas suerte para conseguir aula para el próximo turno!